retrato de Roma (Oscar Domínguez, 1933)

Retrato de Roma tiene su origen en una visita que Óscar Domínguez realizó en 1933 a su casa familiar en Tenerife, acompañado por su amante, la pianista polaca Roma Damska. La visita tuvo lugar mientras él preparaba una exposición en el Círculo de Bellas Artes, base de la que al año siguiente realizaría en París.

La hermosísima pianista manca posa con los brazos amputados, pero sus manos tocan el piano negro envueltas en una especie niebla surrealista. Es una escena de violencia típica de Óscar Dómínguez. Una violencia casi erótica en un sueño extraño y fascinante en la que no falta ni el humor negro ni la fuerza poética del artista. La partitura que aparece sobre el piano no contiene música, sino un árbol con una línea que parece una raíz. Esta línea se une a una ventana en la que aparece representado un paisaje, probablemente de Canarias. 

Óscar Domínguez es considerado hoy en día uno de los mayores exponentes mundiales de la vanguardia histórica española que se gestó en París durante las primeras décadas del siglo XX. Junto a su nombre suelen figurar el de artistas de la talla de Picasso, Miró o Dalí. Versátil y polifacético, es uno de los artistas más atractivos e innovadores del panorama de la pintura internacional del siglo XX. En general, las figuras y objetos que componen sus obras surrealistas contienen referencias mágicas, mecanicistas y sexuales, situándose muchas de ellas en el paisaje canario a pesar de residir la mayor parte de su vida en París.

La aportación más importante que Óscar Domínguez hizo al surrealismo fue la invención de la decalcomanía o calcomanía, técnica en la que el automatismo psíquico tenía un protagonismo absoluto. La decalcomanía consiste en introducir gouache negro líquido (una especie de témpera) entre dos hojas de papel presionándolas de un modo no controlado.

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