le pain (Anto Carte, 1921)

Como pintor humanista, interesado principalmente en la condición humana, Anto Carte formó parte del grupo de los “imaginistas belgas” junto a artistas como Valerius de Saedeleer o Gustave van de Woestyne con quienes expuso en 1923 en París.

La figura humana es central en la obra de Anto Carte. Ya sea que represente a campesinos, trabajadores, mineros, pescadores o acróbatas, su arte es una perpetua reflexión filosófica sobre el destino humano. El pintor belga capturó aquí un retrato de la condición humana en esta obra de monumental austeridad que sumerge al espectador en una profunda meditación introspectiva.

La presente pintura revela la propensión de Anto Carte por las composiciones audaces y el uso de perspectivas y puntos de vista particularmente innovadores. Los dibujos precisos son característicos de la obra de este artista que se convirtió en el fundador del grupo Nervia (1928-1938). La técnica de Anto Carte implica un uso preciso de la línea que resalta las siluetas sobre el fondo, dando lugar aquí a una expresividad conmovedora. La atrevida presentación aquí empleada, con las figuras escultóricas y monumentales en primer plano, la perspectiva original y los volúmenes estilizados son particularmente característicos del refinamiento del arte de Anto Carte que parece dotar a esta escena de una sensación de eternidad.

Aunque no se puso frecuentemente al servicio de la institución religiosa, su obra está marcada de principio a fin por un sentimiento cristiano. Lo que le interesa, lo que la conmueve en el mensaje del Mesías, son precisamente los sentimientos, la alegría de la maternidad, el dolor del duelo, la paternidad, los sentimientos universales, ya sea que vivamos en Belén o en el Borinage.

En Los músicos ciegos (1927) representa a dos músicos itinerantes ciegos. Parecen indiferentes al mundo que los rodea, manteniendo su dignidad mientras buscan ganar unos centavos para sobrevivir. Al fondo, figuras bien vestidas dan dinero a una mujer pobre que lleva a su hijo en brazos. Este cuadro sobrio, de estudiada composición, es una declaración de humanismo y amor por los más débiles y frágiles.

En El barquero y la sirena representa a un barquero en su barca. Tiene los hombros anchos, las manos poderosas y ásperas y está rodeado de sirenas de formas voluptuosas que intentan seducirlo. El hombre, aunque los mire, sigue concentrado en el esfuerzo y rema como indiferente a su canto. Este Ulises moderno de piel curtida parece cansado, cansado de su trabajo. Y, sin embargo, no se rinde y sigue adelante.