vendedor de caretas (Ramon Llovet, 1952)

31 Desembre 2023

La obra de Ramon Llovet estaba inspirada por un humanismo empático con las clases populares. Su realismo se vuelve esquemático en la década de los cincuenta. Se puede percibir cierta influencia de Gutiérrez Solana, pero Llovet es más lírico y pone su mirada sobre una inocencia todavía no perdida.

Barracas (1939) es una obra muy temprana de Ramon Llovet, pintor que había participado en la Guerra Civil en el bando republicano. La mirada social de Llovet es evidente. En este caso usa un realismo vigoroso, influido probablemente por Francesc Gimeno, para representar el fenómeno del barraquismo.

La obra corresponde a la etapa realista de Ramon Llovet en la inmediata posguerra. El artista nos muestra una Avinguda del Paral·lel (1949) que ha perdido la alegría y la animación que la caracterizaba. El juego de volúmenes tiene resonancias cubistas.

A finales de los años cincuenta la pintura de Llovet inicia un largo proceso de introspección. Su obra toma un carácter grave y melancólico basado en el pasado. La memoria y el recuerdo infantil juegan desde entonces un papel fundamental en su obra. Adopta la mirada de un niño que no comprende el mundo que habita y pinta un mundo triste y gris. De alguna manera es un canto a la inocencia perdida, como si quisiera preservar su niñez dentro de una campana de vidrio. En esta escena –Los prometidos (1957)-, dos novios a punto de casarse, tendría que transmitir alegría, pero no es así. A pesar de que hay flores y colores vivos, la escena rezuma una tristeza profunda y terrible. Llovet vivía en los años oscuros de la posguerra la añoranza de unos tiempos mejores que la guerra se había llevado por siempre jamás. La vida continuaba pero ya nada volvería a ser el mismo.

A lo largo del tiempo, su obra evoluciona de temas sociales-expresionistas hacia un mayor lirismo. A mediados de los 60 empieza a interesarse por el pacifismo y la no-violencia, hecho que influirá profundamente  en su forma de pensar y en su obra pictórica. A partir de aquí, su pintura expresa –muchas veces por medio de la representación de palomas y también de flores- el amor, la paz, la felicidad… o un anhelo de algo inalcanzable cada vez más espiritual y metafísico.

Ramon Llovet Miserol (1917-1987) fue un pintor que dejó una huella significativa en el mundo artístico español del siglo XX. A través de su obra, Llovet nos invita a adentrarnos en un mundo de armonía y serenidad, donde la naturaleza y la vida cotidiana se funden en un lienzo lleno de emotividad y autenticidad. Desde temprana edad, Ramon Llovet mostró un talento innato para el arte. Creció en una familia apasionada por la creatividad y la cultura, su padre, un arquitecto de renombre, fue su primer mentor en el camino de la expresión artística.

Llovet estudió en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde se sumergió en la tradición artística catalana y se nutrió de la riqueza artística de su entorno. A lo largo de su formación, Llovet fue influenciado por las corrientes artísticas de la época, especialmente el impresionismo y el postimpresionismo. Estas influencias se reflejarían más tarde en su estilo distintivo, caracterizado por pinceladas sueltas y llenas de color.

Uno de los temas principales en la obra de Ramon Llovet fue el paisaje. Desde las extensas llanuras y campos rurales hasta los serenos paisajes marítimos, Llovet tenía la capacidad de trasladarnos a un universo de serenidad y belleza natural. Sus cuadros transmiten una sensación de calma y quietud, como si el tiempo se detuviera en cada escena. Además de sus paisajes, Ramon Llovet también destacó en la pintura de escenas urbanas y retratos. Sus cuadros de la vida urbana reflejan la esencia de la Barcelona de su época. Calles animadas, plazas concurridas y edificios emblemáticos cobran vida en sus lienzos, y nos transportan a un pasado lleno de vitalidad y encanto.

A través de su pincel, Llovet nos muestra la belleza de la vida cotidiana y la conexión entre las personas y su entorno. En sus paisajes rurales, Llovet captura la vida cotidiana de la campiña catalana. Los tonos cálidos y las pinceladas sutiles nos muestran el esplendor de la naturaleza, mientras que los detalles minuciosos de las figuras humanas añaden un toque de autenticidad a la escena.