garrote vil (Eugenio Lucas Velazquez, 1860)

16 Desembre 2023

El ajusticiado lleva al sambenito, la casaca de los condenados a la hoguera por la Inquisición.  Con las manos juntas sujetando el crucifijo el pintor lo presenta a punto de expirar con el collar de hierro del garrote aprisionándole el cuello. El cuadro es una versión con variantes que Lucas Velázquez hace de un grabado al aguafuerte de Goya.

La declarada fascinación que Eugenio Lucas demostró durante toda su carrera por la obra de Goya le estimuló a recrear en sus cuadros los mismos asuntos que habían protagonizado con mayor éxito el universo creativo del aragonés. Sin embargo, ajeno a la intensidad testimonial que tienen en la obra de Goya las escenas de la dramática realidad española que le tocó vivir, Lucas hizo su personal interpretación de los aspectos más anecdóticos y pintorescos del universo goyesco, particularmente atractivos y sugerentes para los ojos románticos de la sociedad isabelina.

Ejemplo máximo de ello son las escenas de Inquisición, abundantes en la obra de Eugenio Lucas, a pesar de que el Tribunal del Santo Oficio había sido definitivamente abolido por un real decreto firmado en 1834. La visión pintoresca de estas prácticas oscurantistas de la Iglesia católica en España gozó de buena fortuna desde la literatura gótica europea de la segunda mitad del siglo XVIII, caldo de cultivo para el ideario romántico y su universo argumental.

De origen medieval, la pena del garrote consistía en un primer momento en un golpe (un garrotazo) en la cabeza. Poco a poco la cosa se fue refinando y evolucionó hasta un palo clavado en el suelo ante el que se sentaba al reo (a veces incorporaba una tabla para sentarse, y si no se le ponía una silla), y a la altura del cuello se colocaba un dispositivo metálico que consistía en un collar por el lado del condenado y un sistema de tornillo en el otro lado. Mediante el engranaje, el verdugo iba apretando el collar en torno al cuello, asfixiando al condenado. Con los años fueron surgiendo sofisticaciones y perfeccionamientos de este mecanismo, uno de los cuales es el denominado garrote catalán, que tenía un clavo que iba avanzando por la nuca, destrozando la columna cervical y la médula ósea al mismo tiempo que se asfixiaba al condenado. Se suponía que así la muerte era más rápida.

A partir de 1820, por orden de Fernando VII, el garrote sustituyó a la horca, método considerado demasiado inhumano, y desde entonces fue el método tradicional para las ejecuciones. Éstas se realizaron durante el siglo XIX en público, como medida didáctica y persuasiva, y podían ser individuales o colectivas (como fue el caso de los supuestos miembros de la mano negra). El ritual variaba según la clase social a la que pertenecía el reo. Así, había un garrote para los nobles y para la plebe (el garrote vil, que acabó dando su nombre a todas las variantes), y la forma de llegar hasta el cadalso también era distinta (los nobles llegaban en caballo ensillado, mientras que los de clase baja lo hacían en burro). Poco a poco, con la llegada de nuevos tiempos, el garrote vil fue ocultado, y las ejecuciones se realizaban en oscuras salas de las prisiones, muy habitualmente en los sótanos, alejados de una sociedad que con el paso de los años se posicionaba claramente en contra de la pena capital.

Figura de un reo cubierto con túnica blanca, fuertemente iluminada y apenas esbozada. El cuerpo sin vida del condenado, se manifiesta en la cabeza inerte caída sobre el pecho y los brazos vencidos hacia delante. A la derecha, arrodillado y en actitud orante, un personaje cubierto con capa negra y gorro rojo. A la izquierda, en un plano sobrepuesto, varias figuras rodean al ajusticiado. En un segundo plano, una densa humareda que, posiblemente, aluda al infierno.

Predomina en esta tabla, firmada y fechada en 1855, la pincelada abocetada luqueña, de gruesa y empastada materia, al igual que sus característicos seres fantasmagóricos subrayados por los grandes contrastes lumínicos, que aportan cierto aire tenebroso a la escena. Para componer esta escena, quizás, Lucas se inspiró en el grabado de Goya, “El agarrotado”. La influencia del aragonés es evidente tanto en la temática, como en la disposición del reo.