paisaje con tumba, ataúd y búho (Friedrich, 1837)

28 Desembre 2023

“Paisaje con tumba, ataúd y búho” es un dibujo a lápiz y lavado de tinta sepia sobre papel de alrededor de 1835 a 1838 del artista de estilo romántico alemán, Caspar David Friedrich. Fue hecho en los últimos años de su vida. 

En 1835 Friedrich sufrió un derrame cerebral que le afectó a la movilidad de brazos y piernas, lo que redujo notablemente su capacidad para pintar. Abandonó la técnica al óleo (que requería más elaboración), y tuvo que limitarse a dibujar. Aquí se agudiza su obsesión con los paisajes funerarios. Una de sus últimas pinturas fue Paisaje con tumba, ataúd y búho (1837). El búho es aquí un símbolo de sabiduría, pero también de muerte, que emerge ante la luna.

 Este dibujo representa un búho posado en un ataúd sobre una tumba recién excavada con un rollo de cuerda y dos palas. El búho mira directamente a los ojos del espectador, creando un fuerte punto focal. La escena está iluminada por la luna llena en el cielo casi descansando sobre la cabeza del búho. Friedrich dibujó el cabo Arkona, la escarpada costa representada a la izquierda en el fondo, en la isla de Rügen en Alemania, donde realizó sus primeros estudios paisajísticos casi 20 años antes. 

Ya desde el comienzo de su trayectoria artística mostró el pintor su predilección por el tema de muerte, con numerosas representaciones de sepulcros antiguos, como dólmenes o de antiguos germanos, como “Sepulcro de Kügelsen” o “Entrada al camposanto” o “Cementerio en la nieve”, pero hacia el final de su vida, tras su ataque de apoplejía en 1835, se va a convertir en un tema obsesivo. Lo trata en acuarelas, dibujos y sepias, ya que casi no podía pintar al óleo.

Uno de los más sombríos de todos es “Paisaje con sepulcros”, con un buitre posado sobre el mástil de la pala, mirando la tumba abierta, con una representación de una luna casi fantasmagórica. Otro, “Paisaje con sepulcro, féretro y búho”, representa a un búho gigantesco sobre un féretro cerrado, de nuevo con la luna fantasmal, junto a símbolos como la pala, la fosa, la vegetación, etc, que se van a convertir en monotemas de sus últimas producciones hasta el año 1840 en que fallece.

Friedrich sufrió un derrame cerebral en 1835 que lo dejó parcialmente paralizado de brazos y piernas. Ya no pudo pintar sus hermosas piezas al óleo. Durante varios años, trató de satisfacer sus ansias artísticas a través del dibujo. En 1838, ya no podía dibujar. 

 

Durante este último período, Friedrich se obsesionó con la muerte y el morir. Creó una serie de piezas que representan búhos, tumbas y otras imágenes con temas de muerte. 

En especial las tumbas, relacionadas con la luna llena, ocupan sus postreras creaciones, de trazo más inseguro, sometido a las limitaciones que la enfermedad producía. Junto a este paisaje, se ha considerado tradicionalmente, con cierto fundamento, su pareja Ataúd junto a tumba (1836). Ambos son como un emblema barroco, en los que Friedrich ha dispuesto los elementos alegóricos que hay que descifrar, del mismo modo que los románticos se obsesionaron por hallar las misteriosas correspondencias entre el mundo interior y la naturaleza exterior. Los elementos de ambas obras son similares; es el cambio de disposición lo que modifica su contenido. Sobre un ataúd, cuya fosa se prepara a la orilla del mar, aparece una desmesurada lechuza. Ante ella, dos cardos en primer término. A su espalda, el infinito presidido por la luna llena. La lechuza simboliza la sabiduría, al tiempo que es el pájaro de los muertos. La luna es la alegoría de Cristo, el Salvador, situado en el centro sobre la tumba. De él se desprende la luz que ilumina la eternidad. Los cardos se refieren al dolor. En la otra sepia la lechuza desaparece; ahora, tras el ataúd, aparece un árbol de cuyas ramas cuelgan elementos marinos, como anclas.